Ser la mejor persona que puedas a la peor persona que conoces. Soy consciente de la dificultad y casi locura de la sentencia en la primera percepción. Si a veces ya es difícil ser buenos para quien conocemos y nos gusta, ¿cuánto no será para la persona que creemos que es la peor que conocemos?
No considero la peor persona que conozco como alguien del mal. A pesar de creer que todos estamos en un mismo camino de evolución, aprendizaje y maduración constantes, también reconozco la dificultad de convivir con personas que parecen estar distantes del punto de evolución en que me encuentro.
Fácil será cuando yo sea una persona mejor, a punto de sentir compasión por el otro, aunque ésta persona pise sobre mí o golpee en mi cara. En la práctica nada de eso es fácil. Y sabemos que sucede.
Cuando intentamos descubrir lo mejor en los demás, descubrimos lo mejor que hay en nosotros mismos.
Cómo ser la mejor persona que puedas para la peor persona que conoces?
Pero, ¿qué significa ser la mejor persona que puedas? ¿Amar al prójimo como a mí mismo?
Sí. Pero esto no significa fingir una amistad que no existe, o sentimientos de admiración que pasan lejos de lo que realmente pienso o siento.
Ama a tu vecino que te molesta y no te gusta, con su actitud, el carácter o la personalidad y lo miras con compasión y sin juicios listos.
Si no me gusta una persona porque es arrogante, trato de entender los motivos que la llevan a actuar así. Intento creer que esta persona también sufrió mediante la arrogancia de alguien o aprendió a actuar así con la propia familia como algo natural.
Así como creo que, en algún momento de la vida, siempre se cosecha lo que se planta, no necesito preocuparme en mostrar a esta persona que su comportamiento no es agradable a los demás.
De alguna manera, en algún momento de su vida, esta persona descubrirá este hecho por su cuenta. Y acepto que las cosas sean así. Tengo resiliencia a lo que la gente es y cómo la vida sucede: todo a su tiempo. Y no en el mío.
Aquel que hace daño a su prójimo se daña a sí mismo, y el que ayuda a su prójimo, se ayuda a sí mismo.
Aprendiendo a ser cada día mejor persona:
Cuando veo a alguien que miente todo el tiempo y es deshonesto, aún así, actúo con honestidad y transparencia con esta persona. Quien se encargará de enseñar a esta persona a ser mejor un día será la vida. A mí, cabe mantener mi honestidad y carácter. Me compadezco de la fase de esta persona y hago que pronto pueda aprender de la vida a convertirse en alguien mejor.
Así como aprendí a ser una persona mejor con la vida y los rastros que me dio, entiendo que lo mismo siempre sucede con todas las personas, sin excepción, ya sea que tengamos conocimiento de ello o no. Todos sufren las consecuencias de sus actos. Y si sufrimos con los errores de los demás, debemos intentar al máximo aceptar los hechos con compasión. Luchamos contra lo que es mal, pero no contra el ser humano.
Las personas aprenden a través de la vida con las lecciones que se imponen a cada uno. Y nosotros ya acabemos con las luchas diarias contra todo lo que es erróneo e injusto.
Esfuérzate en practicar el arte de descubrir en todas las personas el lado bueno con que cuentan. No existe nada en la vida, en lo que sólo haya maldad.
Cuando siento rabia de alguien, debo tener compasión de que alguien sea tan humano, frágil y equivocado como yo. Esto es amar al prójimo como a sí mismo. Tener compasión a la hora del error y de los desaciertos.
Cuando veo a alguien que no me gusta, recuerdo que tantos también así se sienten en relación a mí: juzgan sin conocerme, me tratan con arrogancia y me maltratan un poco. ¿Cuánto quiero ser tratado así o con la compasión citada anteriormente? Es fácil saber lo que es mejor para el otro, cuando así me pongo en su lugar.
Ser la mejor persona que puedas, y amar a quien detesto, al final, acaba por ser un acto de compasión conmigo misma. Pues todo lo que va, regresa de vuelta. En lugar del odio, simplemente compasión y paciencia. La vida se encarga del resto.
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