Referirnos a la Honestidad, es referirnos a la verdad. La honestidad en las relaciones interpersonales, es un valor moral humano imprescindible para lograr una comunicación y convivencia optimas. Basada en la verdad, la honestidad representa uno de los principios básicos del comportamiento humano, sin exceder los límites del respeto, la comprensión de las situaciones ajenas, y la compasión, necesaria para que la verdad sea amable, y no un alarde de prepotencia, humillante y destructiva.
Las personas que actúan y se expresan desde la honestidad, tienden a disfrutar de una mejor vida, siendo más felices y capaces de enfrentar los problemas de forma asertiva.
Principales características de las personas honestas:
La honestidad nos permite actuar desde la coherencia entre lo que decimos, lo que pensamos y lo que hacemos, actitud que pareciera ser muy fácil de lograr, sin embargo para muchos llegar a este nivel de comportamiento psicológico resulta imposible.
La honestidad es el primer capítulo en el libro de la sabiduría
1. La persona honesta se caracteriza por su autenticidad y objetividad.
La autenticidad es un valor que hace referencia a la persona que dice la verdad, acepta la responsabilidad de sus sentimientos y conductas, es sincera y coherente consigo misma y con los demás con objetividad, al apreciar el mundo tal como es, y no como quisiera que fuera.
“Solo sé tú mismo”, tal vez hemos escuchado esta frase en múltiples ocasiones, la misma suele ser una recomendación a actuar según nuestra convicción, cuando emprendemos nuevos caminos o retos. Esta frase la decimos muchas veces sin pensar en las implicaciones de la misma, pero con ella instamos al otro a ser fiel a sí mismo y a actuar acorde a lo que piensa y siente, conduciéndolo hacia el valor de la autenticidad, sin máscaras ni doble cara que simule una actitud.
2. Su bandera es la justicia basada en la valoración positiva.
La justicia es la virtud cardinal que permite una convivencia recta y limpia entre los seres humanos. Sin esta virtud, la convivencia se torna, hasta cierto punto, imposible.
3. El respeto hacia sí mismo y hacia los demás se da de forma natural.
El respeto es un valor que debe prevalecer en cualquier relación social e interpersonal. Es un principio que debe servir como guía en las situaciones de interacción que se dan entre los seres humanos.
La integridad es decirme a mi mismo la verdad. La honestidad es decir la verdad a otra gente.
4. La persona honesta es aquella que inspira confianza.
La confianza es creer que todo saldrá de la forma que se espera y se desea. Implica esperanza y sentimientos de seguridad, ya sea en una o varias personas, una situación o en nosotros mismos. A través de ella se refuerzan los vínculos en las relaciones y cuando se dirige a uno mismo fortalece la autoestima.
5. Garantiza respaldo, seguridad y credibilidad en las personas.
La credibilidad es básica en las relaciones humanas. Es el resultado de la honestidad, la congruencia y la rectitud, virtudes que todos deseamos ver en nosotros y en quienes nos rodean. La credibilidad es también el cimiento del liderazgo. Quien aspira a influir en los demás, a convencer a la gente para seguir un rumbo, a alcanzar una meta en común, debe ser confiable y por lo tanto creíble.
La honestidad es el valor moral positivo que se contrapone al valor negativo de la hipocresía.
6. La persona honesta cumple con sus compromisos y obligaciones.
Al ser honestos, toda acción que emprendemos nos representa un compromiso adquirido, por lo que cumplirlo se convierte en una obligación lógica, dentro de nuestro principio de honestidad.
7. Reconoce sus limitaciones.
Las limitaciones que poseemos como seres humanos, es necesario reconocerlas y en lo posible trabajar en ellas para lograr trascenderlas, sin embargo el primer paso es aceptarlas desde la honestidad hacia nosotros mismos, lo que nos ayudará a crecer en nuestro camino de superación personal.
8. Acepta sus defectos y sus errores, y se esfuerza por superarlos.
La persona honesta es aquella capaz de reconocer y aceptar sus errores y enmendarlos, sin sentirse afectado por ello, sino más bien agradecido de poder valorarlo, corregirlo y lo toma como un aprendizaje que aporta mucho a su avance como ser humano.
9. Evita la murmuración y la crítica destructiva que afecta negativamente a los demás.
La persona honesta no concibe el murmurar y criticar de forma destructiva, afectando negativamente a otra persona. Por ser honesta sabe que dicha actitud no sólo representa un daño moral a quien se critica, sino que al mismo tiempo representa un daño para sí misma, al lograr ver las implicaciones que le significan cualquier acción negativa que se realiza en perjuicio de otros.
10. Guarda discreción y seriedad ante las confidencias personales y secretos profesionales.
La discreción y la seriedad son principios que guarda con celo, ya que sabe que develar confidencias personales o profesionales va totalmente en contra de su sentido innato del respeto.
Cultivando la honestidad en nuestras vidas:
No debemos olvidar que los valores deben primero vivirse personalmente, antes de exigir que los demás cumplan con nuestras expectativas.
La persona que es honesta puede reconocerse, ya que cuando alguien miente o engaña, su espíritu entra en conflicto, la paz interior desaparece y esto es algo que los demás perciben porque es difícil de ocultar. Las personas deshonestas se pueden reconocer fácilmente porque engañan a los otros para conseguir de manera abusiva un beneficio. Es muy probable que alguien logre engañar las primeras veces, pero al ser descubierto será evitado por los demás o tratado con precaución y desconfianza.
Una de las principales formas de cultivar la honestidad, es enfrentarnos a nosotros mismos, en la búsqueda de todo aquello que en nuestro corazón sabemos que está basado en la falsedad, en la mentira, y sanar todas las heridas que esa actitud nos haya creado.
Sanar nosotros, y ser auténticos con nosotros mismos, sin auto-engaños, ni auto-manipulaciones. Abandonando la actitud de victimas, para poder tomar posesión de la actitud de vencedores, y de esta forma, poder expresar con acciones y con hechos nuestra nueva posesión “La Honestidad”.
Una de las principales formas de reconocer si estamos actuando, o no, desde la honestidad sincera, verdadera, aquella que no daña, que no lástima y que en lugar de restar suma tranquilidad y armonía en nuestras relaciones de convivencia, es la forma en que somos tratados.
El trato que recibimos de nuestros familiares, amigos, pareja y conocidos, es un reflejo de la forma sincera o hipócrita en que nos estamos relacionando con ellos.
El respeto que recibimos de las personas con quienes nos relacionamos, es una medida perfecta de la honestidad con que nos estamos relacionando.
En la vida no faltan los obstáculos para la honestidad. Uno de los mayores es la impunidad que permite que se puedan violar las leyes y traicionar los compromisos sin que ocurra nada.
También el éxito de los «vivos» y los mentirosos, que hacen parecer ingenuas a las personas honradas y responsables, pues trabajan más y consiguen menos que aquellas que viven haciendo trampas. Y la falta de estímulos y reconocimiento para quienes cumplen con su deber y defienden sus principios y convicciones a pesar de las dificultades que esto les pueda acarrear.
La honestidad en una persona tarde o temprano es reconocida por vivir según este valor, y al ser confiable, creíble y leal, encontrará que se le abren muchas puertas y se le presentan muchas oportunidades para el éxito.
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