No querer más estar con alguien no siempre significa que este alguien sea malo. La vida es impermanencia y un adiós también puede ser dado con amor y gratitud.
Cuando escuché la siguiente frase: «¡No es necesario crucificar a alguien, para ser libre de nuevo!», En un diván de psicoanalista, no entendía lo que estaba oyendo de verdad. En mi inmadurez de hace algunos años, la lucidez del profesional no fue suficiente para hacerme ver, lo que apenas hoy, veo con claridad.
Así como mi separación, en la época, se dio de forma conturbada, tengo la impresión, de que lo mismo ocurre con la mayoría de las parejas que se separan. Sólo los años vivieron y sufrieron en llevarlos a la madurez para ver en el otro y en cualquier situación, la necesidad que la separación sea como algo natural.
De la misma forma que algo comienza, también puede terminar algún día.
Dar un Adiós a quien amaste:
Un adiós ya es bastante doloroso, procuremos darlo desde el amor y la gratitud. Es común que nos apegamos a las opiniones acerca de con quién estamos, para tomar la decisión de terminar o no. ¿Quién es esta persona? ¿Qué hace ella? ¿Cuáles son sus defectos? ¿Y cualidades? Y en algunos casos hasta: ¿cuánto gana?
En mi caso, las personas que estaban a mí alrededor no me apoyaron en mi decisión, como yo esperaba. Por eso, inconscientemente, busqué el lado negativo de la situación para reforzar mi deseo de volverme libre de nuevo.
Si en un momento nos encanta alguien y nos apasionamos, con el paso del tiempo, es posible que ambas personas cambien y no reconozcan más los motivos que les hicieron gustar el uno del otro anteriormente.
Vale decir que lo contrario también sucede. Hay personas que parecen no ser muy positivas en relación al otro, en el trato que dispensan como compañero o pareja, para quien observa desde el «lado de afuera».
Pero, aún así, si el otro se siente feliz, tiene todo el derecho, si no deber, de continuar en la determinada relación. Cito aquí un ejemplo real: integrantes de una determinada familia siempre criticaron a una mujer por ser alcohólica, desorganizada y por no cuidar muy bien de su casa. Pero el marido de esta mujer estaba apasionado y feliz con ella. Por lo tanto, punto final.
No hay motivo para molestarse. Si la gente está feliz, no importa cómo sean o como estén. Quien se molesta es quien está equivocado.
No es algo muy fácil saber cuándo una relación, que ya está desgastada, vale la pena ser trabajada o no. Pero hay muchas señales que nos ayudan a decidir por un camino. Hay algo, por ejemplo, que es esencial en una relación y una vida feliz: el respeto. Y que no se confunda respeto con la educación. Es mucho más que eso.
Muchas parejas continúan sus vidas juntas basándose únicamente en el concepto de familia. Permanecen en la mismísima falta de amor, en nombre de la crianza de los hijos. Otros por la estabilidad financiera y algunos, por comodidad. Muchos son los motivos para que personas, que no se amen más, permanezcan «unidas».
Pero cuando me decidí a no intentarlo de nuevo, recuerdo mi razón principal: el amor había terminado. Y a pesar de cierta persona ser alguien lleno de cualidades, de aquel punto en adelante de mi vida, decidía seguir sola.
Tenemos el derecho de amar, así como tenemos el derecho de algún día dejar de amar. La decisión de ir o permanecer me corresponde a mí misma. Un adiós con respeto es mejor que un quedarte para sufrir.
Y si me decido por ir, sigo en paz y dejo atrás a quien sea, con respeto y dignidad. Por lo menos, por todo lo que aquella persona representó un día para mí.
Cuando decido salir de una relación, debo hacer eso por mí misma, por mis motivos y mis sentimientos. Llevo conmigo la gratitud por todo lo que he vivido y aprendido, y lo hago con respeto.
Aunque mi pareja me ha herido, respeto sus limitaciones con el perdón que soy capaz de darle y sigo adelante. No debe haber la necesidad de apuntar lo que es y lo que fue mal, para justificarse el deseo de no querer más.
Un adiós en una relación, tiene el peso suficiente para un fin y un nuevo comienzo. El crucificar a alguien sólo aumenta el dolor y la dificultad de un momento que, por sí solo, ya es difícil.
Si amamos un día a alguien, cuando no amamos más, lo mínimo que debemos dar a esa persona es nuestro respeto. ¡Un adiós también puede ser dado con amor y gratitud!
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